Fue un encuentro fugaz. Recién llegados al campo de refugiados sirios Zaatari, en Jordania, hacíamos nuestro primer recorrido. Un policía nos permitió entrar al arenal donde un grupo de niños jugaba ante la atenta mirada de sus cuidadores. La visita de los “forasteros” llamaba la atención a los chicos, que enseguida nos rodearon. Todo era un poco caótico: el desierto, el alambrado, la arena, el calor y las voces gritando “sawarne, sawarne”, una palabra mágica. La he escuchado miles de veces en Gaza y en Cisjordania. Significa “sacame una foto”.
Tenía poco tiempo, pero sus miradas eran intensas y profundas. Contaban supervivencia, miedo y olvido. Sabía que nuestro encuentro era corto, así que decidí pedir a Ahmed, nuestro traductor, que me ayudara a ordenar en fila a quienes querían sawarne.
Rompí con todas mis leyes de cómo tomar retratos. Quería concentrarme en sus miradas y no me importaban el desorden del arenero de fondo, ni el equilibrio necesario en un retrato ni la composición. El policía que nos guiaba en el campo nos apuraba. El secreto de cada uno de ellos estaba allí presente, en cada mirada, la mirada de los más vulnerables en toda guerra.
El campo de Zaatari está en el noreste de Jordania, a 17 kilómetros de la frontera con Siria. Desde que se estableció, en julio de 2012, se ha convertido en una ciudad más: cuenta con tres hospitales, cinco clínicas y seis escuelas que funcionan en doble horario. La interminable y cruda guerra civil en Siria ha dejado ya tres millones de desplazados; 100.000 de ellos están en Zaatari y 55% de estos refugiados son menores de 18 años.
Según Unicef, la mayoría de los niños sirios están en “situación de supervivencia”, expuestos a las vivencias más terribles, se olvidan de las reacciones sociales y emociones “normales”. Los últimos tres años dejaron a muchos de ellos con profundas cicatrices emocionales y trastornos del desarrollo.
La confederación internacional de ONG Oxfam advirtió en su más reciente informe que la respuesta internacional a la crisis en Siria está fallando estrepitosamente: la ayuda humanitaria es insuficiente y el realojamiento de la población refugiada, exiguo; a su vez, las transferencias de armas continúan. En el informe Andy Baker —responsable de la respuesta de Oxfam a la crisis en Siria— señala: “El enfoque contraproducente de la comunidad internacional hacia el conflicto es un total fracaso para las millones de personas que han huido de las torturas, las masacres y las bombas de barril, así como para quienes aguardan un futuro incierto en Siria. La comunidad internacional los ha abandonado y ahora viven en condiciones desesperadas, luchando cada día por sobrevivir”.
Publicado en revista Lento, Diciembre 2014.
Y a pesar de todo, sonríen.
ReplyDeleteGracias Quique.