Una pequeña escapada a Madrid en mi viaje de Montevideo a Jerusalen; Jose Eugenio y Ana me invitan a El Espinar junto a la familia Cordero a celebrar las fiestas.
A la vuelta de la esquina, Beyond the corner...
Sunday, September 25, 2016
Thursday, September 22, 2016
Postales de la Tierra Santa
El 19 de Agosto presente en Montevideo, Uruguay mi libro Postales de la Tierra Santa, ganador del llamado a Libro de Autor por Publicaciones CdF 2015.
Rodeado de muchos amigos y colegas que se acercaron al Centro de Fotografía de Montevideo fue un momento especial.
Aquí dejo parte de mis palabras durante la presentación:
Cuando un periodista cubre un
conflicto, la historia que importa es la de las partes en cuestión, las
victimas, los perpetradores, la destrucción, los cambios políticos, la
manipulación, el miedo, los heridos, el uso de poder desmedido, los famosos
daños colaterales, la muerte, las violaciones de Derechos Humanos y la crisis
en la población civil que todo conflicto genera. Para eso estamos en el
terreno, para documentar y no dejar que estos males pasen desapercibidos, para
obligarlos a Uds. a mirar de forma directa lo que pasa. Cuando además pertenecemos a una de las
partes del conflicto, como periodistas, tenemos la doble obligación de no
olvidar "el dolor de los demás" como lo llamo Susan Sontag
Los que tenemos la posibilidad de
ver, oír, oler, sentir, y tocar los sucesos por estar en el terreno, hemos
perdido la inocencia, hemos sido testigos directos y nuestros trabajos
documentan lo que vimos y vivimos. Nosotros tenemos la tarea de humanizar en un
lugar donde buscan deshumanizar.
Nuestra vivencia personal no es
la historia. Las dificultades, los
miedos y los peligros son parte de esta profesión, son parte de nuestra
experiencia personal. Nosotros no somos la historia.
Pero estar tan cerca del
conflicto te cambia. Afecta tu día a día, te deja cicatrices, algunas que se
cierran rápidamente y otras que ni el tiempo logra cerrar. La vida diaria se mezcla todo el tiempo con
la realidad, dejando poco espacio entre el trabajo y lo personal. Desde el
nivel de visión que tenemos, quienes estamos en el terreno, nos es imposible
ser ajeno a lo que ocurre a tu alrededor.
Este libro, es justamente un tipo
de diario personal, qe a diferencia del trabajo diario como periodista, se
concentra en esas experiencias personales. En este libro cuento las
experiencias de la persona detrás de la cámara. Cuenta mi conflicto. La foto
que permiten ver momentos del conflicto junto al texto que refleja momentos de
mi vida.
No busco ser objetivo y no quiero
ser políticamente correcto. Mi anhelo es que la gente vea en mi obra la parte
humana del conflicto, su complejidad y también como éste afecta a mi vida y a
mi trabajo. Quiero que cuando el lector observe y lea se cuestione, se
incomode, se moleste. En un mundo global como el que vivimos, todos podemos
hacer algo para cambiar la realidad; la realidad cercana y la lejana.
Comparto con Uds. parte de la difusión del libro en medios uruguayos.
Enlaces a entrevistas:
Brecha |
EL Observador |
Revista Bla |
Wednesday, August 10, 2016
Una vez mas Susiya esta en peligro.
Columna que escribí el año pasado, una vez mas relevante. Israel ha suspendido la mediación entre las partes. Ahora la Corte Suprema tendrá que decidir el futuro de Jinba que se encuentra en peligro inmediato de demolición.
En las áridas ondulaciones en los montes del sur de Hebrón, en Cisjordania, en el desierto rocoso de Judea, se encuentra el pueblo palestino Susyia. Está flanqueado por dos asentamientos judíos del mismo nombre: una colonia de unos 1.000 habitantes de un lado, y del otro, un sitio arqueológico donde viven tres familias de colonos y en el que se encuentra una antigua sinagoga.
A primera vista es difícil entender la disposición de Susyia, muy diferente al estereotipo occidental de un pueblo. Las estructuras construidas, las carpas y los refugios para animales están separados según clanes familiares. Los palestinos de la zona llevan un estilo de vida tradicional agricultor; viven del trabajo de la tierra y de sus rebaños, como lo han hecho durante cientos de años en la zona de cuevas de los altos del sur de Hebrón.
En el pueblo, la única electricidad disponible proviene de unos paneles solares donados por organizaciones no gubernamentales y países europeos. No hay agua corriente. Las personas y sus animales cuentan con el agua que proviene de pozos, la que recolectan durante las lluvias del invierno o la que deben comprar a altos precios cuando la temporada de lluvias es mala. Las condiciones físicas y las limitaciones impuestas sobre esta comunidad la convierten en una de las poblaciones más vulnerables en Cisjordania.
Buena parte del pueblo se encuentra en la denominada zona C, que, según los acuerdos de paz de Oslo, está bajo control total israelí, tanto administrativo como militar. La población está conformada por refugiados del pueblo Gratian, dentro de las fronteras de 1948, que fueron expulsados de sus tierras y reubicados en Susyia.
La historia de este pueblo está marcada por destrucciones y expulsiones por parte del Ejército israelí. Desde 1986, cuando el Ejército expulsó a sus pobladores de la zona donde hoy se encuentra el sitio arqueológico, y donde estaba originalmente Susyia, esta población ha sido expulsada seis veces más. La última fue en octubre de 2001, después de que la Corte Suprema israelí definiera como ilegal la expulsión anterior, ocurrida tan sólo una semana antes.
A partir de entonces, el Estado de Israel ha afirmado que los palestinos de Susyia son intrusos en sus propias tierras, ya que construyeron sus tiendas de campaña sin obtener los permisos necesarios de la Gobernación Militar israelí -también conocida como la Administración Civil-, el órgano del Ejército encargado de la población civil palestina. Esto supone un cambio en los motivos para las expulsiones. En lugar de alegar que esos pobladores son una “amenaza a la seguridad”, ahora intentan desalojarlos por considerar que no tienen permisos de construcción legítimos, a pesar de que poseen documentos que prueban que son propietarios de sus tierras.
Con los años, las organizaciones civiles israelíes en dos ocasiones los han ayudado a presentar las solicitudes de permisos de construcción, pero en ambas ocasiones las peticiones fueron rechazadas por la Administración Civil, que trata de bloquear la construcción palestina en la zona C. El 6 de junio 2007, el Tribunal Supremo celebró una audiencia en la que los jueces desestimaron la apelación original de los pobladores palestinos y les dieron 45 días para obtener los permisos de construcción legales requeridos. De no cumplir con este plazo, se le daría permiso al Ejército para llevar a cabo las demoliciones. La presión política y diplomática salvó al pueblo de la demolición.
Desde 2012, tras un pedido de la organización de colonos Regavim de destruir Susyia, porque lo consideran un pueblo ilegal, se mantiene una batalla en los tribunales. Ayudados por organizaciones de derechos humanos israelíes, y tras un fuerte trabajo de planificación por parte de los pobladores y los profesionales, Susyia ha presentado un plan maestro para el pueblo. El Consejo Supremo de Planificación de la Gobernación Militar afirmó que rechazaba el plan maestro por el bien de los residentes palestinos: “El plan actual constituye un intento más de mantener una población débil y privada de la posibilidad de avanzar”. Acerca del efecto del plan en los niños, concluyó que les impone a éstos “el destino de la vida en un pequeño pueblo, atrofiado, que no tiene las herramientas para el desarrollo”.
Llevo ya varios años siguiendo los intentos de esta comunidad por sobrevivir. Los cambios introducidos por los pobladores y las organizaciones no gubernamentales -paneles solares, turbinas de viento, filtros para el agua de los pozos- han permitido el desarrollo del pueblo y han mejorado la calidad de vida de la gente en Susyia. La electricidad ha facilitado el trabajo y el almacenamiento de productos lácteos, ha permitido la conexión a internet y ha dotado a los pobladores de energía para cargar teléfonos celulares y cámaras de video, con las que documentan la violencia incesante de los colonos contra los pobladores. Por encima de todo, Susyia ha desarrollado un liderazgo político que ha optado por la lucha no violenta contra la ocupación israelí.
Nasser Nawajeh, uno de los líderes de Susyia, ha sido siempre mi interlocutor. Él me contó sobre los orígenes del pueblo, los problemas a los que se enfrentan, los caminos por los cuales han optado para resolverlos. Sentados bajo un árbol, protegiéndonos del calor agobiante del verano desértico, Nasser me relató el miedo con que la gente se va a dormir desde que le informaron que la Corte Suprema israelí había dado luz verde al Ejército para destruir el pueblo. “Desde el fallo de la Corte, la gente aquí se va a dormir sin saber si las excavadoras vendrán por la mañana. Es como tratar de mantener el equilibrio sobre una silla con una sola pierna y no saber cuándo te vas a caer. Aquí la gente está viviendo al límite”.
Ese miedo se volvió más palpable después de la visita al pueblo del general Yoav Mordechai, jefe de la Coordinación del Actividades del Gobierno en Territorios ocupados del Ejército israelí, quien informó a los pobladores que está dispuesto a negociar el futuro de Susyia, pero que, según me contó Nasser, también les informó que, debido a presiones de la organización Regavim y los “vecinos”, tendría que destruir de tres a cinco estructuras en el pueblo antes de que se apele ante la Corte Suprema la decisión sobre el plan maestro para el pueblo.
Cuando Nasser recibió el plano del Ejército con la lista de estructuras a destruir, en lugar de tres o cinco, había 37. La lista incluía hogares, una clínica, baños y estructuras para los animales. El nuevo plan afecta a más de la mitad de pueblo y en particular a la familia Nawajeh, algo que llama la atención. “Llamaron al pueblo desde la Administración Civil para preguntar dónde vivía yo, pero al marcar las coordenadas creo que se equivocaron y marcaron la casa de mi hermana, que está al lado”, dijo Nasser.
Una vez más, la presión internacional no demoró en llegar, y tanto la administración estadounidense como los cancilleres de la Unión Europea criticaron los planes israelíes. Estos cancilleres publicaron un comunicado en el que piden a Israel “detener los planes para la transferencia forzada de la población y la demolición de viviendas palestinas e infraestructura”. Mientras los voluntarios llenan los espacios del pequeño pueblo para evitar la destrucción y la expulsión de sus habitantes, nadie tiene la certeza de qué ocurrirá en Susyia en los próximos días.
Entender lo que ocurre con este pueblo es entender el significado de la ocupación israelí en Cisjordania, la cual utiliza todos sus aparatos de opresión para luchar contra 300 palestinos en el medio del desierto en un intento por expulsarlos de sus propias tierras.
Cuando le pregunté a Nasser si sentía que esta vez era diferente a otras, me contestó que esta vez tenía miedo y, tras una pausa, agregó: "Si destruyen, volveremos a construir. No nos queda otra opción, no nos vamos a ir de aquí”.
Publicado en La Diaria , Miercoles 30 de Julio, 2015.
Sunday, July 24, 2016
Nuevo taller " Periodismo de mochila en conflictos"
Periodismo de mochila en conflictos from Quique Kierszenbaum on Vimeo.
La mayor parte de mi vida profesional me la pasé deteniendo la imagen utilizando un idioma plástico para narrar los conflictos que cubrí. Gracias al desarrollo tecnológico pasé de detener la imagen a crear piezas de comunicación visual con nuevas herramientas que me propusieron nuevos retos para contar historias. El taller refleja el proceso personal por el cual pasé, y no es un recetario, sino un proceso de pensamiento conjunto que induce a explorar nuevas técnicas y nuevos medios.
Este taller está dirigido a personas que tengan estudios y experiencia en fotografía o periodismo visual.
Monday, August 24, 2015
Water - Agua V
El agua en mi paisaje - Water in my landscape.
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Monday, August 10, 2015
Water - Agua IV
El agua en mi paisaje - Water in my landscape.
Mediterráneo - Puerto de Gaza |
Mar Muerto. |
Río Jordán. |
Mediterráneo - Puerto de Acre. |
Mar de la Galilea. |
Mediterráneo- Barceloneta. |
Mediterraneo - Puerto de Jaffa. |
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Thursday, July 30, 2015
Paisaje árido - El pueblo palestino Susyia lucha por subsistir en la Cisjordania ocupada
En las áridas ondulaciones en los montes del sur de Hebrón, en Cisjordania, en el desierto rocoso de Judea, se encuentra el pueblo palestino Susyia. Está flanqueado por dos asentamientos judíos del mismo nombre: una colonia de unos 1.000 habitantes de un lado, y del otro, un sitio arqueológico donde viven tres familias de colonos y en el que se encuentra una antigua sinagoga.
A primera vista es difícil entender la disposición de Susyia, muy diferente al estereotipo occidental de un pueblo. Las estructuras construidas, las carpas y los refugios para animales están separados según clanes familiares. Los palestinos de la zona llevan un estilo de vida tradicional agricultor; viven del trabajo de la tierra y de sus rebaños, como lo han hecho durante cientos de años en la zona de cuevas de los altos del sur de Hebrón.
En el pueblo, la única electricidad disponible proviene de unos paneles solares donados por organizaciones no gubernamentales y países europeos. No hay agua corriente. Las personas y sus animales cuentan con el agua que proviene de pozos, la que recolectan durante las lluvias del invierno o la que deben comprar a altos precios cuando la temporada de lluvias es mala. Las condiciones físicas y las limitaciones impuestas sobre esta comunidad la convierten en una de las poblaciones más vulnerables en Cisjordania.
Buena parte del pueblo se encuentra en la denominada zona C, que, según los acuerdos de paz de Oslo, está bajo control total israelí, tanto administrativo como militar. La población está conformada por refugiados del pueblo Gratian, dentro de las fronteras de 1948, que fueron expulsados de sus tierras y reubicados en Susyia.
La historia de este pueblo está marcada por destrucciones y expulsiones por parte del Ejército israelí. Desde 1986, cuando el Ejército expulsó a sus pobladores de la zona donde hoy se encuentra el sitio arqueológico, y donde estaba originalmente Susyia, esta población ha sido expulsada seis veces más. La última fue en octubre de 2001, después de que la Corte Suprema israelí definiera como ilegal la expulsión anterior, ocurrida tan sólo una semana antes.
A partir de entonces, el Estado de Israel ha afirmado que los palestinos de Susyia son intrusos en sus propias tierras, ya que construyeron sus tiendas de campaña sin obtener los permisos necesarios de la Gobernación Militar israelí -también conocida como la Administración Civil-, el órgano del Ejército encargado de la población civil palestina. Esto supone un cambio en los motivos para las expulsiones. En lugar de alegar que esos pobladores son una “amenaza a la seguridad”, ahora intentan desalojarlos por considerar que no tienen permisos de construcción legítimos, a pesar de que poseen documentos que prueban que son propietarios de sus tierras.
Con los años, las organizaciones civiles israelíes en dos ocasiones los han ayudado a presentar las solicitudes de permisos de construcción, pero en ambas ocasiones las peticiones fueron rechazadas por la Administración Civil, que trata de bloquear la construcción palestina en la zona C. El 6 de junio 2007, el Tribunal Supremo celebró una audiencia en la que los jueces desestimaron la apelación original de los pobladores palestinos y les dieron 45 días para obtener los permisos de construcción legales requeridos. De no cumplir con este plazo, se le daría permiso al Ejército para llevar a cabo las demoliciones. La presión política y diplomática salvó al pueblo de la demolición.
Desde 2012, tras un pedido de la organización de colonos Regavim de destruir Susyia, porque lo consideran un pueblo ilegal, se mantiene una batalla en los tribunales. Ayudados por organizaciones de derechos humanos israelíes, y tras un fuerte trabajo de planificación por parte de los pobladores y los profesionales, Susyia ha presentado un plan maestro para el pueblo. El Consejo Supremo de Planificación de la Gobernación Militar afirmó que rechazaba el plan maestro por el bien de los residentes palestinos: “El plan actual constituye un intento más de mantener una población débil y privada de la posibilidad de avanzar”. Acerca del efecto del plan en los niños, concluyó que les impone a éstos “el destino de la vida en un pequeño pueblo, atrofiado, que no tiene las herramientas para el desarrollo”.
Llevo ya varios años siguiendo los intentos de esta comunidad por sobrevivir. Los cambios introducidos por los pobladores y las organizaciones no gubernamentales -paneles solares, turbinas de viento, filtros para el agua de los pozos- han permitido el desarrollo del pueblo y han mejorado la calidad de vida de la gente en Susyia. La electricidad ha facilitado el trabajo y el almacenamiento de productos lácteos, ha permitido la conexión a internet y ha dotado a los pobladores de energía para cargar teléfonos celulares y cámaras de video, con las que documentan la violencia incesante de los colonos contra los pobladores. Por encima de todo, Susyia ha desarrollado un liderazgo político que ha optado por la lucha no violenta contra la ocupación israelí.
Nasser Nawajeh, uno de los líderes de Susyia, ha sido siempre mi interlocutor. Él me contó sobre los orígenes del pueblo, los problemas a los que se enfrentan, los caminos por los cuales han optado para resolverlos. Sentados bajo un árbol, protegiéndonos del calor agobiante del verano desértico, Nasser me relató el miedo con que la gente se va a dormir desde que le informaron que la Corte Suprema israelí había dado luz verde al Ejército para destruir el pueblo. “Desde el fallo de la Corte, la gente aquí se va a dormir sin saber si las excavadoras vendrán por la mañana. Es como tratar de mantener el equilibrio sobre una silla con una sola pierna y no saber cuándo te vas a caer. Aquí la gente está viviendo al límite”.
Ese miedo se volvió más palpable después de la visita al pueblo del general Yoav Mordechai, jefe de la Coordinación del Actividades del Gobierno en Territorios ocupados del Ejército israelí, quien informó a los pobladores que está dispuesto a negociar el futuro de Susyia, pero que, según me contó Nasser, también les informó que, debido a presiones de la organización Regavim y los “vecinos”, tendría que destruir de tres a cinco estructuras en el pueblo antes de que se apele ante la Corte Suprema la decisión sobre el plan maestro para el pueblo.
Cuando Nasser recibió el plano del Ejército con la lista de estructuras a destruir, en lugar de tres o cinco, había 37. La lista incluía hogares, una clínica, baños y estructuras para los animales. El nuevo plan afecta a más de la mitad de pueblo y en particular a la familia Nawajeh, algo que llama la atención. “Llamaron al pueblo desde la Administración Civil para preguntar dónde vivía yo, pero al marcar las coordenadas creo que se equivocaron y marcaron la casa de mi hermana, que está al lado”, dijo Nasser.
Una vez más, la presión internacional no demoró en llegar, y tanto la administración estadounidense como los cancilleres de la Unión Europea criticaron los planes israelíes. Estos cancilleres publicaron un comunicado en el que piden a Israel “detener los planes para la transferencia forzada de la población y la demolición de viviendas palestinas e infraestructura”. Mientras los voluntarios llenan los espacios del pequeño pueblo para evitar la destrucción y la expulsión de sus habitantes, nadie tiene la certeza de qué ocurrirá en Susyia en los próximos días.
Entender lo que ocurre con este pueblo es entender el significado de la ocupación israelí en Cisjordania, la cual utiliza todos sus aparatos de opresión para luchar contra 300 palestinos en el medio del desierto en un intento por expulsarlos de sus propias tierras.
Cuando le pregunté a Nasser si sentía que esta vez era diferente a otras, me contestó que esta vez tenía miedo y, tras una pausa, agregó: "Si destruyen, volveremos a construir. No nos queda otra opción, no nos vamos a ir de aquí”.
A primera vista es difícil entender la disposición de Susyia, muy diferente al estereotipo occidental de un pueblo. Las estructuras construidas, las carpas y los refugios para animales están separados según clanes familiares. Los palestinos de la zona llevan un estilo de vida tradicional agricultor; viven del trabajo de la tierra y de sus rebaños, como lo han hecho durante cientos de años en la zona de cuevas de los altos del sur de Hebrón.
En el pueblo, la única electricidad disponible proviene de unos paneles solares donados por organizaciones no gubernamentales y países europeos. No hay agua corriente. Las personas y sus animales cuentan con el agua que proviene de pozos, la que recolectan durante las lluvias del invierno o la que deben comprar a altos precios cuando la temporada de lluvias es mala. Las condiciones físicas y las limitaciones impuestas sobre esta comunidad la convierten en una de las poblaciones más vulnerables en Cisjordania.
Buena parte del pueblo se encuentra en la denominada zona C, que, según los acuerdos de paz de Oslo, está bajo control total israelí, tanto administrativo como militar. La población está conformada por refugiados del pueblo Gratian, dentro de las fronteras de 1948, que fueron expulsados de sus tierras y reubicados en Susyia.
La historia de este pueblo está marcada por destrucciones y expulsiones por parte del Ejército israelí. Desde 1986, cuando el Ejército expulsó a sus pobladores de la zona donde hoy se encuentra el sitio arqueológico, y donde estaba originalmente Susyia, esta población ha sido expulsada seis veces más. La última fue en octubre de 2001, después de que la Corte Suprema israelí definiera como ilegal la expulsión anterior, ocurrida tan sólo una semana antes.
A partir de entonces, el Estado de Israel ha afirmado que los palestinos de Susyia son intrusos en sus propias tierras, ya que construyeron sus tiendas de campaña sin obtener los permisos necesarios de la Gobernación Militar israelí -también conocida como la Administración Civil-, el órgano del Ejército encargado de la población civil palestina. Esto supone un cambio en los motivos para las expulsiones. En lugar de alegar que esos pobladores son una “amenaza a la seguridad”, ahora intentan desalojarlos por considerar que no tienen permisos de construcción legítimos, a pesar de que poseen documentos que prueban que son propietarios de sus tierras.
Con los años, las organizaciones civiles israelíes en dos ocasiones los han ayudado a presentar las solicitudes de permisos de construcción, pero en ambas ocasiones las peticiones fueron rechazadas por la Administración Civil, que trata de bloquear la construcción palestina en la zona C. El 6 de junio 2007, el Tribunal Supremo celebró una audiencia en la que los jueces desestimaron la apelación original de los pobladores palestinos y les dieron 45 días para obtener los permisos de construcción legales requeridos. De no cumplir con este plazo, se le daría permiso al Ejército para llevar a cabo las demoliciones. La presión política y diplomática salvó al pueblo de la demolición.
Desde 2012, tras un pedido de la organización de colonos Regavim de destruir Susyia, porque lo consideran un pueblo ilegal, se mantiene una batalla en los tribunales. Ayudados por organizaciones de derechos humanos israelíes, y tras un fuerte trabajo de planificación por parte de los pobladores y los profesionales, Susyia ha presentado un plan maestro para el pueblo. El Consejo Supremo de Planificación de la Gobernación Militar afirmó que rechazaba el plan maestro por el bien de los residentes palestinos: “El plan actual constituye un intento más de mantener una población débil y privada de la posibilidad de avanzar”. Acerca del efecto del plan en los niños, concluyó que les impone a éstos “el destino de la vida en un pequeño pueblo, atrofiado, que no tiene las herramientas para el desarrollo”.
Llevo ya varios años siguiendo los intentos de esta comunidad por sobrevivir. Los cambios introducidos por los pobladores y las organizaciones no gubernamentales -paneles solares, turbinas de viento, filtros para el agua de los pozos- han permitido el desarrollo del pueblo y han mejorado la calidad de vida de la gente en Susyia. La electricidad ha facilitado el trabajo y el almacenamiento de productos lácteos, ha permitido la conexión a internet y ha dotado a los pobladores de energía para cargar teléfonos celulares y cámaras de video, con las que documentan la violencia incesante de los colonos contra los pobladores. Por encima de todo, Susyia ha desarrollado un liderazgo político que ha optado por la lucha no violenta contra la ocupación israelí.
Nasser Nawajeh, uno de los líderes de Susyia, ha sido siempre mi interlocutor. Él me contó sobre los orígenes del pueblo, los problemas a los que se enfrentan, los caminos por los cuales han optado para resolverlos. Sentados bajo un árbol, protegiéndonos del calor agobiante del verano desértico, Nasser me relató el miedo con que la gente se va a dormir desde que le informaron que la Corte Suprema israelí había dado luz verde al Ejército para destruir el pueblo. “Desde el fallo de la Corte, la gente aquí se va a dormir sin saber si las excavadoras vendrán por la mañana. Es como tratar de mantener el equilibrio sobre una silla con una sola pierna y no saber cuándo te vas a caer. Aquí la gente está viviendo al límite”.
Ese miedo se volvió más palpable después de la visita al pueblo del general Yoav Mordechai, jefe de la Coordinación del Actividades del Gobierno en Territorios ocupados del Ejército israelí, quien informó a los pobladores que está dispuesto a negociar el futuro de Susyia, pero que, según me contó Nasser, también les informó que, debido a presiones de la organización Regavim y los “vecinos”, tendría que destruir de tres a cinco estructuras en el pueblo antes de que se apele ante la Corte Suprema la decisión sobre el plan maestro para el pueblo.
Cuando Nasser recibió el plano del Ejército con la lista de estructuras a destruir, en lugar de tres o cinco, había 37. La lista incluía hogares, una clínica, baños y estructuras para los animales. El nuevo plan afecta a más de la mitad de pueblo y en particular a la familia Nawajeh, algo que llama la atención. “Llamaron al pueblo desde la Administración Civil para preguntar dónde vivía yo, pero al marcar las coordenadas creo que se equivocaron y marcaron la casa de mi hermana, que está al lado”, dijo Nasser.
Una vez más, la presión internacional no demoró en llegar, y tanto la administración estadounidense como los cancilleres de la Unión Europea criticaron los planes israelíes. Estos cancilleres publicaron un comunicado en el que piden a Israel “detener los planes para la transferencia forzada de la población y la demolición de viviendas palestinas e infraestructura”. Mientras los voluntarios llenan los espacios del pequeño pueblo para evitar la destrucción y la expulsión de sus habitantes, nadie tiene la certeza de qué ocurrirá en Susyia en los próximos días.
Entender lo que ocurre con este pueblo es entender el significado de la ocupación israelí en Cisjordania, la cual utiliza todos sus aparatos de opresión para luchar contra 300 palestinos en el medio del desierto en un intento por expulsarlos de sus propias tierras.
Cuando le pregunté a Nasser si sentía que esta vez era diferente a otras, me contestó que esta vez tenía miedo y, tras una pausa, agregó: "Si destruyen, volveremos a construir. No nos queda otra opción, no nos vamos a ir de aquí”.
Publicado en La Diaria , Miercoles 30 de Julio, 2015.
Monday, July 27, 2015
Water - Agua III
Mar Mediterraneo - Puerto de Jaffa. |
Entrando al Bosforos - Estanbul . |
Mar Mediterráneo, Ashkelon. |
Rio de la Plata, tormenta sub tropical, Montevideo. |
Océano Atlántico mezclado con Río de la Plata, Solis. |
Navegando en el Río Moscu. |
Puerto Natales, Fiordo Ultima Esperanza. |
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